I. Bueno, pasado otro censo más, no puedo no hacer eco de ello.
Obviamente, este censo me recordó aquel que viví, 10 años atrás, en plena adolescencia.
En aquellos tiempos, «el país se caía a pedazos». Un tipo de bigote en la tele repetía: –No le abran la puerta, el censista les puede robar– con lo que yo, en un estado de fobia total, decidí atender a mi censista en la puerta, con una 9mm en la cintura.
Al sonar el timbre, recuerdo que abrí la puerta con la mano izquierda, pero solamente para poder asomar mi ojo. La mano derecha, atrás, lista para desenfundar ante la mirada de aquel malévolo censista.
Y allí estaba «ella», mi censista.
Joven, morocha, con anteojos y muy sonriente pese a sus horas caminando.
Yo no sé por qué, pero teniendo todo un día para visitar las diferentes casas, pasan casi de madrugada, tomándome de imprevisto.
Dado que se da un día feriado para censar, la noche anterior, obviamente, se sale a bailar.
Podrán imaginar mi aspecto. Lee el resto de esta entrada »
Esto Comenta la Gente