I.
No hay nada más difícil que, siendo un joven muy poco pintón y carente de toda labia, sacar a una mujer a bailar.
Había diferentes grupos de gente cuando yo iba a bailar. Por ejemplo, aquellos que llegaban al baile antes de las 2 am para no pagar entrada; –Nos gastamos todo en chupa adentro -decían.
El «todo» no era más que unos pocos billetes que, aportados por todos, se transformaban en un porrón de cerveza o dos tragos largos y hasta ahí nomás.
Yendo temprano, uno sabía dónde estaba parado. Era como los jugadores de fútbol que salen a tantear el terreno de juego. Encuentran los «pozos» o donde el pasto está más largo que en otras partes o carentes de tal.
El boliche tenía aún las luces de la barra encendida con lo que se podía ver claramente quiénes se encontraban dentro, como para no llevarse sorpresas luego.
No había nada peor que sacar a bailar a una linda, alta y rubia para que al preguntarle el nombre nos responda con voz agrietada por wisky y faso un –Roberto. Pero hoy, llamame Charlotte.
La posta de entrar temprano era tomar un lugar estratégico en la barra. Lee el resto de esta entrada »
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