Entra un esqueleto a un bar…

Estoy en el bar de Claudio, en diagonal 80 y calle 4. Mi café ya se enfría, una persiana a medio cerrar deja pasar el haz de luz que atraviesa el último suspiro de vapor de mi taza. Puedo ver el sol molesto de la ventana que da a calle 4. Son las 7 am, y yo, estoy realmente dormido.
De repente, un esqueleto llega al bar, patea la puerta y entra osado u «oseoso». Me mira, y no dibuja ni una mueca.
Yo, realmente no reaccioné. Me quedé dormitando viendo como el café dejaba de tirar ese vaporcito.
El esqueleto no estaba nada mal vestido. Un jean ajustado, una camisa y, algo desubicado, un sombrero. Se me acerca y me dice:
-¿Vos atendés acá, gordito?.
-¿Gordito? -pregunté mirando mis pocos 50 kgs de peso.
Él sólo bajó su mirada observando sus costillas y se volvió a mi.
-Ah, claro -me di cuenta enseguida -«gordito». No, yo no atiendo, el barman está en el baño.
-¿Te jode si te acompaño mientras espero?.
-No, para nada. ¿Tenés hambre? -atiné a decir sin pensar. Me tomó dormido y por sorpresa…
-No te das una idea -dijo sin inmutarse.

Le alcancé una dona a medio comer que sostenía en mi mano, mientras él me miraba con esa mirada profunda, que toda calavera tiene, casi inquisidora.

Y aquí estoy yo, sentado frente a un esqueleto sin saber de qué hablar. El regreso del barman se me hace eterno.
-¿Tu nombre «es Queleto»? -dije, mientras hacía comillas con los dedos.
-Sos una luz, macho. Me llamo Diego.

El tiempo transcurre, y mi café se esfuma. Al frente, Diego mira mi última dona.
-Servite -le digo, mientras pienso que tema sacar.
A la mente me viene hablar sobre piratería, sobre venenos, sobre la parca, hablar sobre sacrificios o de cierta película de Tim Burton y hasta de Johnny Depp. Lo que no sé, es el por qué, pero es lo primero que se me ocurre.
En el momento que abro la boca, veo a Claudio, el barman, salir caminando del baño para la barra.
-Dale Claudio, mové el esqueleto -dije nuevamente, sin pensar..
-Se me descuadra la mandíbula de la risa -dice sarcásticamente Diego.
Claudio logra ver el esqueleto, sus ojos se desorbitan.
-Ya te atiendo, huesitos. Cuidado con el perro, no vaya a ser que te entierre en el patio -dice muy ocurrente Claudio.
El esqueleto muestra la figura de una pistola introducida entre la tercera y cuarta costilla mientras las risas se acaban. Puedo ver que ahora el barman, realmente es un barman, actuando como si hubiese visto a un fantasma, o más literlamente, a un esqueleto.
-¿Terminaste el café? -me pregunta rápidamente.
-Si -logro contestar mientras él ya tiene mi taza bajo el brazo, manchando con los restos su camisa blanca.
La situación ya no es la misma. Puedo ver a Claudio preocupado, casi más que yo.
Al ver el rostro de Diego, me imagino una catástrofe. Un derrame tóxico, o algo parecido.
Claudio regresa velozmente.
-¿El señor desea? -se dirige al esqueleto muy temeroso.
-Una birra y un trapeador -contesta irónicamente, levantando la ceja que no tiene.
-Ese es bueno -le digo.
-Sí -me contesta calmado -lo vengo preparando desde antes de entrar al bar.
-Me hiciste descostillar de la risa -digo entre risas.
-No le tomes el pelo -sugiere Claudio.
Diego ya no ríe, y nos muestra nuevamente la pistola. Claudio se retira a la barra. Yo, como cualquiera en mi lugar, me desmayo.
Al despertar, me encuentro solo en la mesa con Claudio mirándome mientras limpia una copa.
Historias de un bar, algunos creerán, otros no. Yo sólo sé que pasó.

Aioz.-

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