I.
Y si, me lo hicieron notar. Definitivamente, estoy viejo.
Iba caminando por la calle, como si fuera la senda de mi vida esa vereda mal tratada por las lluvias y las raíces de los árboles, cuando dos niños, inocentes retoños de un futuro prometedor, me dijeron, sin intentos de ofender: -Le regalamos una concha marina, señor.
Es que no hay derecho, uno se cuida y trata de mantener su juventud viva, y vienen dos pendejos con un futuro de mierda, proyectos de piquetero cuya madre no es capaz de educar ni de cuidar su acera, a decirte ¿»Señor»?. ¿Qué se creen? No pueden decirme «joven» porque es una palabra para alguien mayor que el otro, pero un «amigo», un «che», un «oiga» o «flaco». «Máquina», «persona», «fiera», «locura». Y podría seguir. Pero no, ellos tuvieron que decir «Señor».
¿Será por eso que me enojé?, ¿será por eso que le cerré un ojo al gordito milanesero de un revés de derecha?, ¿será por eso que me opuse al arresto policial?, ¿será por eso que pasé 14 horas en la comisaría novena?. Es que no hay derecho.
Y luego de ese hecho, no quedó solo en una frase de un nene vendedor, seguramente de drogas, en plena calle. No, es mucho más. Abstenerse de llamarme exagerado, porque es verdad, abrieron una herida difícil de sanar.
Ayer noté que la cajera del supermercado me miraba. Antes, hubiese pensado que le gustaba. Ahora, solo puedo pensar que me está mirando como me quedo pelado, en mis vagos intentos por taparlo.
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El tiempo pasa, nos vamos poniendo viejos
27 04 2008Comentarios : 19 Comments »
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Señorita, se están copiando
10 04 2008I.
Hoy me desperté melancólico recordando aquellos tiempos de colegio, aquellos días, ya lejanos, donde uno conocía a su primer amor, vivía su primer fracaso de una materia reprobada o emprendía sus primeros actos de rebeldía contra un sistema y lo expresaba de diferentes formas. Guerra de tizas por citar un ejemplo.
Y si, todos fuimos soldados en alguna guerra de balas blancas. Algunos más improvisados, otros mas técnicos, pero todos en nuestra corta o larga vida hemos tirado una que otra tiza. Y habían diferentes formas de hacerlo, cada cuál se distinguía por su estilo al tirar la tiza.
Estaba el newbie o novato, aquel que no acostumbraba a tirar tizas en clase y lo hacía moviendo la mano de arriba a abajo, con un movimiento poco masculino (era una táctica mayormente utilizada por mujeres) con poca velocidad y corto alcance. En la guerra duraban poco.
El tirador. Caracterizado por llevar las yemas de los dedos blancas y al menos cuatro tizas en el bolsillo. El lanzamiento lo realizaba de costado, moviendo su brazo de atrás hacia adelante, sin mucha puntería quizás pero con gran impacto de daño. Usualmente, era el que organizaba la batalla al grito de «Guerraaaaaaa» y generalmente era el primero en ir a declarar a las autoridades, acusado de ocasionar disturbios en clase.
El mercenario. Aquel que, cutter en mano, realizaba ranuras aerodinámicas a las tizas y con una lapicera dibujaba símbolos o escribía el modelo y versión en la tiza: «Rocket Tiza V1.9». Por su forma de vestir y actuar en la guerra, se asimilaba a los «gurkas«.
El francotirador. Aquel que añadía a su mano una gomita con una planchita de cuero, o un rulero con un globo, y se parapetaba volteando el escritorio como escudo y tiraba tizas con tal potencia que no había ojo que resista. Casi siempre, terminaban sus estudios en otros colegios debido a expulsiones por «intento de asesinato». Lee el resto de esta entrada »
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