-«No sos vos, soy yo» -dijo sin siquiera ser capaz de mirarme a los ojos, colorada, avergonzada. Mientras yo me recostaba en la cama a su lado, me lo dijo. En los tres segundos siguientes simplemente pude pensar, solo pensar. Me quedé callado, mirándola, pensando.
«No sos vos» me dijo, o sea, ¿no soy yo? Entonces ¿quién soy? Yo hasta hace tres segundos creía que era yo pero ahora resulta que no. «Soy yo» finalizó. Si, ya se que es ella. Es la que está poniendo en duda mi ser.
Pero si yo soy ese que se vistió de conejo blanco y con un ramo de rosas rojas le dijo: «¿Me perdonás?» ¿No se acordará? Soy el que dejó que frente a sus amigos sea humillado con un: «Ey! Decime te quiero, Chuchi». Soy ese que la defendió ante un especimen 3 veces mayor que yo. Soy ese, ¿recordará?
Seguro que ahora vienen recriminaciones. Y yo, como un caballero, callado. Y bien que me aguanté los pelos en el lavabo, la ropa interior colgada en la ducha y gritos tales como: «Cerrá la puerta del baño» o «Bajá la tapa del inodoro».
Pero claro, ahora para la señorita yo, «no soy yo». ¿Qué pasó al final? Ahora resulta que soy otro. Seguro que ella es la que está con otro. Seguro que me engaña. Buscó la solución mas fácil. Fácil. ¡Fácil como ella! Al final terminó como todas, engañándome. Y me lo ocultó. Son todas iguales. ¡Ja! ¡No sos vos! ¡¿Pero quién te creés?! Y ella que me decía que yo me hacía la cabeza. Que yo era rencoroso. Que pensaba cualquiera. Que de dos líneas de texto hacía una novela… Antes decía eso…
Pero esto no queda así. Lee el resto de esta entrada »
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